El artista llega, mira y pregunta ¿puedo jugar?

Instalación

Del 19 al 24 de junio

Entrada gratuita

LA FUNCIÓN IDEAL DEL ARTISTA

Históricamente, las particularidades de cada sociedad han definido la obra de los artistas que las habitaron y es, a través de ellas, que podemos escudriñar ahora, de una manera sensible, los sistemas de valores que las regían y, de algún modo, conectar con ellas. Esta es una de entre otras muchas cualidades de orden estético que posee el arte, pero desentenderse de ella supondría una dejación de funciones del artista, que se desentendería de manera voluntaria de su responsabilidad para con la sociedad y su tiempo.

Un artista no puede existir en el vacío. Para producir piezas de arte pertinentes un artista necesita formar parte del entramado social, cultural y económico de su sociedad, comprendiéndola de manera cabal para, con su trabajo, explicarla en profundidad sin obviar sus complejidades y contradicciones. Las grandes obras de arte se entienden como una encarnación de la sociedad a la que pertenecen, y así lo solemos entender cuando miramos las obras del pasado. No obstante, las sociedades avanzadas actuales son extremadamente complejas y fragmentadas que hacen virtualmente imposible representarlas en su totalidad de manera unívoca, forzando a las obras de arte que se crean hoy a articularse con ellas tomando la forma de comentario, nota a pie de página o como una crítica de algún aspecto concreto y específico; rara vez a su totalidad. No obstante, para que estas observaciones resulten pertinentes y revistan validez, el artista debe poder hacerlas libremente y, para eso, además de no estar sometido a censuras de cualquier índole, debe poder ser independiente en todos los aspectos, incluido el económico.

EL LUGAR IDEAL DEL ARTISTA

Esta realidad sitúa al artista-comentarista en una posición difícil tanto con el público como con las instituciones, ya que, por un lado, sus obras, precisamente por su carácter necesariamente fragmentario, difícilmente podrán alcanzar una masa de público suficiente que soporte de manera independiente su postura sobre tal o cual tema, y siempre necesitará de las instituciones para validarlo y poder situarse en el sistema en una posición que le permita trabajar libremente. El sino del artista-comentarista contemporáneo queda así suspendido en equilibrio entre el gusto del público (sobre todo el subgrupo público-coleccionista) y el favor de las instituciones, que, a su vez, se encuentran 8 sometidas a sus propias presiones internas y externas. Por otra parte, público e instituciones se relacionan a través del trabajo del artista.

LA POSTURA IDEAL DEL ARTISTA.

Ante esta situación, el artista-comentarista suele ser crítico y desea que su trabajo actúe a modo de palanca metafísica que movilice a los espectadores en contra del problema o de la injusticia que cree haber identificado. Aunque denuncia una situación que, realmente, puede ser conflictiva, se sitúa a sí mismo y a su obra en una posición pasiva, confiando en remover las consciencias de los espectadores que ulteriormente deberán ser los agentes activos del cambio. Esto no ocurre nunca. Esta postura, un tanto autocomplaciente, es, a mi modo de ver, un error que contribuye al inmovilismo de la situación en lugar de constituir una acción dirigida a buscar soluciones. Esta posición romántica “a la contra” y la evidente asimetría de fuerzas favorecen, además, otro tipo de consideraciones que desacreditan la función del artista y contribuye a crear una imagen del artista instalado en una posición de privilegio, que conduce a privarlo de las contrapartidas propias del trabajo que realiza. Pues, si su trabajo se queda sólo en una crítica personal y no está dirigido a buscar solución a un problema, facilitar la vida a alguien, amplificar la línea ideológica de una institución o proveer un servicio, ¿por qué alguien habría de pagarle por hacerlo?

LA OBRA IDEAL DEL ARTISTA. MÁLAGA COMO EJEMPLO PERFECTO.

Teniendo en cuenta las reflexiones anteriores, ¿qué obra puede proponer un artista que le permita integrarse en el tejido sociocultural y económico de su entorno y que sea, al mismo tiempo, un reflejo veraz de la sociedad en la que vive y de su tiempo, y que, además, sea un comentario pertinente que alcance de forma efectiva al público al que va dirigido y favorezca a las instituciones que lo acogen? Habría que añadir también otra cualidad ideal relacionada con la aspiración legítima de cualquier artista (de cualquier trabajador, en realidad) de desarrollar una carrera profesional de éxito y que su obra pueda ser expuesta en otras instituciones para tener una visibilidad mayor y alcanzar a más espectadores, y para eso, en esta situación en concreto, habría que preguntarse, ¿qué puede decir un artista desde Málaga que sea pertinente en el discurso global del arte?

Málaga es una ciudad periférica de Europa, que, aunque cuenta con varias instituciones de cierto peso en el campo artístico y cultural, está lejos de ser una capital mundial del arte, que son los lugares donde se producen las obras importantes y desde donde se exportan los discursos y las ideas. No obstante, Málaga es un ejemplo paradigmático de las tensiones causadas por el turismo y el modelo económico derivado de este que afectan a, prácticamente, todas las ciudades importantes del mundo donde, este, es un pilar importante de su economía, que, además, suele coincidir con los centros de arte mundial.

Pero una obra de arte producida en Málaga que trate este tema con seriedad sí puede ser relevante en términos generales, a fin de cuentas, Málaga es el centro de la ciudad lineal conformada por toda la Costa del Sol, que en 2023, con menos de un tercio de población, recibió, prácticamente el mismo número de turistas que París (14 millones de turistas de la Costa del Sol vs. Los 15,5 millones de París). Se podrían también pintar bodegones al óleo con espetos de sardinas, claro, pero no tendría el carácter universal que buscamos.

LA OBRA ADOPTA LA FORMA DE LA ECONOMÍA DE SERVICIOS.

Una ciudad como Málaga, cuyo principal motor económico, indiscutiblemente, es el turismo, basa su economía en los servicios. Es decir, no se producen bienes ni alimentos, sino servicios que satisfacen las necesidades de la población. En este caso, centrados en las necesidades de una población flotante de visitantes, nacionales y extranjeros. Es un modelo muy avanzado de economía, en el que se prima el pago por el uso de un bien en lugar de por su propiedad. Cuando se aplica esta lógica de manera intensiva, se acaba produciendo una revisión y una resignificación de los bienes. Acaba siendo una reformulación ontológica de la propia naturaleza de los bienes, es muy fuerte. Una casa muta y deja de ser una casa para convertirse en un hotel. Un local comercial también muta y se convierte en una casa. El mar también muta y deja de ser un lugar donde pescar y una playa donde bañarse para convertirse en una estación marítima de pasajeros que llegan en ciudades flotantes. Todo abandona su ser para poder ofrecer nuevos servicios.

Este proceso de resignificación es muy propio del arte contemporáneo. Es el triunfo en el mundo real del urinario de Duchamp. Y ahora, una vez llegados a este punto, quizás sea un buen momento para hacer el camino contrario y convertir la obra de arte en el mundo real y operar con bajo los mismos estándares con los que operan los productos de la economía de servicios: eficacia, eficiencia, novedad, escalabilidad y, sobre todo, beneficios.

RESULTADO

Mediante el uso de una malla de leds grande, se ha convertido temporalmente las dependencias del museo en un cartel publicitario privilegiado para las empresas que quieran anunciarse allí.

Artista, comisarios y museo, somos una sociedad temporal en la que cada uno aporta su parte. El artista, la idea y la producción de la obra, los comisarios, la gestión, la malla de les y la búsqueda de anunciantes y el museo, el espacio y lo más importante, la validación de la acción como obra de arte.