Première sortie, 1977. Detalle. © Centre Pompidou, MNAM-CCI / Georges Meguerditchian / Dist. RMN-GP © Pierre Alechinsky , VEGAP, Málaga, 2019

ALECHINSKY EN EL PAÍS DE LA TINTA

19/12/2019 – 29/06/2020

La exposición «Alechinsky en el país de la tinta» traza cerca de setenta años de la carrera del artista a través de setenta y cinco obras sobre papel seleccionadas de las colecciones del Centre Pompidou. El excepcional conjunto de dibujos conservados en el Cabinet d’art graphique (Gabinete de Arte Gráfico), creado gracias a la generosidad de Pierre Alechinsky, ya ha sido objeto de varias exposiciones, pero nunca hasta ahora se había presentado fuera de Francia una muestra tan rica y completa de este fondo.

Nacido en Bruselas en 1927, Pierre Alechinsky desarrolla desde finales de los años 1940 un trabajo libre y personal, marcado por su participación en el movimiento Cobra desde 1949, su instalación en París en 1951 y los continuos intercambios y colaboraciones con sus coetáneos. Sus obras mezclan humor y poesía a través de una experimentación de soportes inesperados y de técnicas heteróclitas. Desarrolla sobre todo la práctica del gouache y de la tinta china antes de descubrir el acrílico en 1965. Estas técnicas permiten trazos espontáneos y tener un movimiento fluido, propio de la caligrafía oriental, cuyos principios adopta desde mediados de los años 1950. Paisajes oníricos, seres grotescos y traviesos, figuras quiméricas y fantásticas proliferan en sus dibujos, realizados a veces en manuscritos antiguos, en acciones bursátiles o en mapas geográficos.

«Dibujar es interrogarse», escribe Alechinsky, que compone sus obras a modo de glosas, enigmas, juegos surgidos del placer y del fulgor del dibujo.

Première sortie, 1977. Detalle. © Centre Pompidou, MNAM-CCI / Georges Meguerditchian / Dist. RMN-GP © Pierre Alechinsky , VEGAP, Málaga, 2019

ALECHINSKY EN EL PAÍS DE LA TINTA

19/12/2019 – 29/06/2020

Espejo con memoria e instrumento de representación social, el retrato ha estado siempre vinculado a la fotografía. Frente a la sociedad de control y de los medios de comunicación imperante en los últimos cincuenta años, los artistas han reinventado este género con un brío crítico sin precedentes, utilizando tanto imágenes fijas como en movimiento, a veces incluso entremezcladas. Fotógrafos y videoartistas dan así la vuelta a los clichés y muestran cómo no reflejan la realidad, sino que modelan discretamente sus cánones y valores. Sus obras cuestionan la construcción pública de la identidad individual a través de la imagen, sugieren la representación del ser humano en la era de las redes sociales y los softwares de reconocimiento facial.

En el retrato contemporáneo el rostro se vuelve un prisma singular y complejo que huye de la interpretación inequívoca. Afrontar o desviar, ocultar o exponer, distorsionar, travestir, borrar, rechazar… gestos que, mediante la relación creativa entre el sujeto y su imagen, desafían la expectativa de una visión transparente del individuo. Ese «dar la cara» que comparten las distintas prácticas de los veintiséis artistas aquí reunidos, se convierte en un espacio de libertad entre el yo y el otro, o el yo como otro.

La exposición «Alechinsky en el país de la tinta» traza cerca de setenta años de la carrera del artista a través de setenta y cinco obras sobre papel seleccionadas de las colecciones del Centre Pompidou. El excepcional conjunto de dibujos conservados en el Cabinet d’art graphique (Gabinete de Arte Gráfico), creado gracias a la generosidad de Pierre Alechinsky, ya ha sido objeto de varias exposiciones, pero nunca hasta ahora se había presentado fuera de Francia una muestra tan rica y completa de este fondo.

Nacido en Bruselas en 1927, Pierre Alechinsky desarrolla desde finales de los años 1940 un trabajo libre y personal, marcado por su participación en el movimiento Cobra desde 1949, su instalación en París en 1951 y los continuos intercambios y colaboraciones con sus coetáneos. Sus obras mezclan humor y poesía a través de una experimentación de soportes inesperados y de técnicas heteróclitas. Desarrolla sobre todo la práctica del gouache y de la tinta china antes de descubrir el acrílico en 1965. Estas técnicas permiten trazos espontáneos y tener un movimiento fluido, propio de la caligrafía oriental, cuyos principios adopta desde mediados de los años 1950. Paisajes oníricos, seres grotescos y traviesos, figuras quiméricas y fantásticas proliferan en sus dibujos, realizados a veces en manuscritos antiguos, en acciones bursátiles o en mapas geográficos.

«Dibujar es interrogarse», escribe Alechinsky, que compone sus obras a modo de glosas, enigmas, juegos surgidos del placer y del fulgor del dibujo.