DE MIRÓ A BARCELÓ: UN SIGLO DE ARTE ESPAÑOL
LOS AÑOS 1930
Pablo Picasso y Julio González se conocen en París en 1901. Se hacen amigos y trabajan juntos entre 1928 y 1932, cuando Picasso pide a González que le ayude a crear esculturas de metal para un monumento en honor al poeta Guillaume Apollinaire. Estas experiencias se reflejan en sus pinturas de figuras eróticas o bodegones, donde se yuxtaponen colores planos poscubistas con diseños lineales que recuerdan las líneas suaves o afiladas de las esculturas de hierro de González. Este último crea ensamblajes con placas cortadas, soldadas y remachadas, auténticas «esculturas en el espacio», donde la forma integra el vacío.
Los dos artistas se reencuentran con ocasión de la guerra civil y su participación en el Pabellón de la República española en la Exposición Internacional de 1937 en París. Picasso presenta allí su Guernica, pintado en memoria de las víctimas del bombardeo de la ciudad vasca, y González su Montserrat, en homenaje a la resistencia catalana. González apuesta por la eficacia del realismo para denunciar los sufrimientos de su pueblo, mientras que Picasso prefiere la desfiguración para sus retratos de mujeres que llevan el estigma de la violencia de la Historia.